¿Las chicas solo quieren divertirse? ¿Se la pasan hablando de ropa? ¿Se esconden los zapatos en los desfiles? ¿Pasan su día entre el gimnasio y la peluquería? ¿Viven del modelaje? ¿Son todas enemigas y conventilleras?
No, no, no y no. Para todas las preguntas la misma respuesta. O por lo menos eso es lo que afirma este grupo de modelos y ex modelos tucumanas. Durante la charla las chicas derribaron varios mitos. Ser modelo en Tucumán implica muchas ganas, poca plata, una excelente actitud e inversión del propio bolsillo.
Algunas caras resultan muy familiares porque circulan en eventos y desfiles desde hace años. Otras recién comienzan y viven todo con entusiasmo. Las que ya han caminado un poco la pasarela saben que muchas veces gastan más de lo que les pagan (si es que ven algo). Entre peluquería, depilación y taxi invierten lo mismo que luego recibirán en mano. En el mejor de los casos puede ser $300 por desfile, pero dependerá de quién lo organiza y qué marcas participan.
La diferencia la hacen con las promociones para empresas. Son uno, tres o 15 días (en el caso de la Expo) durante los cuales las chicas tienen que pasar varias horas sonrientes y erguidas, pero al final el dinero vale la pena, coinciden. Por supuesto que les ha tocado de todo: ponerse ropa incómoda, tacos de 12 centímetros, súper minishorts o salir envueltas en una colcha para promocionar una casa de ropa de cama. Cuando lo cuentan se ríen. Gajes del oficio. A veces hasta les piden que ellas mismas carguen con los zapatos.
Aceptan las reglas porque disfrutan lo que hacen, explican. El frenesí que se vive minutos antes de salir a la pasarela, las producciones de fotos, algunos viajes y saber que su presencia no pasa inadvertida resulta muy seductor.
En el camino también hacen buenas amigas, y aunque por un tiempo no se vean siempre hay algo que las une. Sin embargo, ese compañerismo parece cosa de modelos que superan los 25 años. Las que arrancan dicen que todo es más competitivo. Para empezar, son muchas más, entonces la competencia por sobresalir difícilmente puede forjar amistades sinceras. Años atrás, en la época que comenzaron las más grandes, las modelos se contaban con los dedos de las manos.
Todas tienen un plan B para cuando sientan que cumplieron su ciclo o les digan: "mamita, vos ya no das para esto". La mayoría trabaja en una empresa, un banco o tiene un negocio de ropa. Otras estudian y proyectan su carrera profesional, algunas son mamás y ven al modelaje como una forma de desenchufarse de la casa, de los hijos y del marido por un rato.
La genética les juega a favor porque se declaran poco fanáticas del gimnasio. Se cuidan con la comida, pero no niegan que muchas veces se tientan con los dulces. Todas alguna vez soñaron -y sueñan- con desfilar para grandes marcas y diseñadores. Valentino, Channel, Victoria Secret's, Armani o Kosiuko. Pero ninguna se animó a largar todo para probar suerte en Buenos Aires. Conocen historias de otras que lo intentaron, pero la presión las mató y decidieron volver.
Se lo toman como un hobby más que como una profesión. Una pasarela que tiene fecha de vencimiento cuando ellas lo quieran. Mientras tanto lo disfrutan.
Ana Dale (32 años)
Confiesa que su fuerte es la actitud y que es fundamental para destacarse. "Mi marido siempre me dice que cuando entro a un lugar todos me miran. ¡Esa es la actitud!", dice animada. Se alejó un poco de las pasarelas y ahora enseña en la escuela de modelos de Ricardo Casacci. Tiene tres hijos y para ella ser modelo es un hobby ("como para los varones es el fútbol", compara).
Natalia Monroy (27 años)
"Mi marido me insistió para que fuera modelo", cuenta Natalia, que está casada desde hace cinco años con Oscar Terraza, director de Defensa Civil. Modelar le gustó, pero no dejó su otra pasión, que es estudiar. Es técnica en criminalística ("siempre me obsesionó saber cómo se resuelven los asesinatos") y ahora estudia para maestra jardinera. En el ambiente hizo muy buenas amigas.
María Inés Argañaraz (48 años)
Sigue arrancando suspiros en la calle. Está considerada una de las "top" de los 80. El sonido de la cámara fotográfica le dispara un "me está picando el bichito otra vez". Es elegante, alta (1,75) y una morocha fanática del sol. "En nuestra época en los desfile se mostraba ropa, la moda. Ahora es mucho show", opina. Cuando lanza la cifra que cobraba en sus tiempos por un desfile las más jovencitas la miran con envidia poco sana. "Nos pagaban bien. Hoy equivaldría a unos $ 1000", cuenta. Comenzó a los 20 años por casualidad, cuando la dueña de una boutique le ofreció que desfilara. Ahí conoció a Jorge Testa, quien le enseñó a "caminar" y la conectó con ese mundo en el que las modelos eran poco más de 15. "Llegué a hacer como cinco desfiles por semana", recuerda Inés. Todavía conserva amigas de aquella época. Todas por encima del metro setenta, porque eso era lo que se pedía para prêt-à-porter. No existían las Pampitas o las Rocíos Guirao Díaz, tampoco las pasadas eran de ropa informal. Se alejó hace un par de años y dice que un poco se aburrió de la pasarela. Hoy tiene su negocio de ropa y de vez en cuando colabora como productora de moda. Eso sí le gusta.
Cintia Lane Wilde (29 años)
Comenzó a los 16 años. En 2000 salió Reina de la Expo y en 2001 Reina del Turismo. Estuvo tres meses en Buenos Aires, representado a la provincia en eventos y haciendo castings. Tenía 18 años, la acompañó su mamá, pero revela que extrañaba mucho y que no soportó la presión de la agencia que la había contratado. Por eso decidió volver. Hoy trabaja en el Ministerio del Interior, tiene tres hijos y dice que ya no le queda tiempo para nada más.
Sofía Madrid (20 años)
Comenzó en un programa de cable y haciendo producciones de fotos para algunos sponsors. Ahí conoció a Hugo Mirabal, con quien trabaja hoy. Salió princesa del Turf el año pasado y quedó entre las finalistas en la elección de la reina de la Expo. Dice que el ambiente es muy competitivo y no hay reparos en quitarse el lugar. "Mi novio ya se acostumbró, aunque al principio le dolía que me miraran".
Alejandra Más (24 años)
Comenzó hace dos meses en la agencia del fotógrafo Hugo Mirabal (Vintage). Fue él quien le insistió para que hiciera unas fotos. "Cuando vi la producción me sorprendí porque no pensé que podría. Me gustó mucho". Debutó en la pasarela hace unos días en un desfile de un shopping de Yerba Buena. "Cuando me presenté los productores de Buenos Aires me hicieron una muy buena crítica", cuenta esta morocha, flaquísima, que mide 1,75. Confiesa que nadie le enseñó a "caminar" y que ella lo hace, naturalmente, de una forma elegante.
Valeria Pérez Martino (30 años)
Durante 10 años fue promotora de Coca Cola, también trabajó en esa empresa como secretaria. Desfila desde los tres años y dice que lo lleva en la sangre. "Con lo que ganaba en las promociones me pagué los estudios universitarios", cuenta esta licenciada en Turismo. Llegó a hacer hasta tres eventos por día cuando comenzó y, aunque era cansador, afirma que lo volvería a hacer. Con su grupo de amigas modelos salen a bailar e intercambian recetas de cocina ("para que vean que no somos frívolas", dice). Está en pareja, pero apunta que todavía no le dieron ganas de ser mamá. Dice que en el ambiente algunos creen que por ser modelo sos una loca. "Yo siempre tuve muy claro lo que quería y no lo usé para enganchar". Proyecta abrir su propio negocio de indumentaria una vez que se baje de la pasarela.
Julieta Lobato (18 años)
Es alumna de la escuela Normal. Quiere ser modelo desde siempre. "Cuando veía desfiles me largaba a llorar porque tenía ganas de estar ahí", cuenta. Probó suerte en una agencia, pero dice que la discriminaron. Su novio la animó para que no se quedara quieta. Ahora pertenece al staff de Ricardo Casacci y dice que es feliz.